17/4/07

El nuevo Beagle

Proyecto para el Bicentenario del Nacimiento de Charles Darwin

Existen muchos barcos famosos, y también muchos exploradores científicos de renombre. Pero aun quienes no navegan ni se dedican a las ciencias, conocen la unión indisoluble entre una embarcación y un hombre. El barco es el bergantín HMS Beagle, y el hombre, su tripulante más famoso, el naturalista inglés Charles Darwin. Ambos compartieron el viaje de conocimiento más impactante del siglo XIX, del que nació, en la mente de Darwin, la teoría de la evolución que cambió su vida y la del mundo para siempre. Las circunstancias y los hechos que acompañaron esta epopeya, desconocidos por muchos, han generado, casi 200 años después, un proyecto que intentará rememorarlos.

Para celebrar el bicentenario del nacimiento de Darwin se construirá una réplica del HMS Beagle, que estará lista para el 2009. Se hará en Milford Haven (Gales), hogar del teniente Bartholomew Sulivan y del ayudante y asistente John Lort-Stokes, quienes navegaron con Darwin en el viaje del Beagle entre 1831 y 1836. Costará 3,3 millones de libras esterlinas y los fondos provendrán de sponsors corporativos e individuales. Treinta jóvenes científicos y marineros a bordo repetirán el viaje del Beagle. A lo largo de su recorrido se tomarán muestras, y se harán investigaciones relacionadas con el cambio climático y su impacto sobre la biodiversidad y la sociedad humana.

La idea, bajo el nombre de “Proyecto Beagle”, es liderada por David Lort-Phillips y Peter McGrath. David Lort-Phillips es descendiente de Lort-Stokes quien, además de ser compañero de Darwin, fue comandante del Beagle durante su viaje a Australia entre 1837 y 1843. Según Lort-Phillips, la reconstrucción del famoso barco y de su histórico viaje no es un simple acto de celebración. En los años siguientes a su viaje de circunvalación, entre 2009 y 2011, el Beagle continuará navegando, y será fuente de inspiración para las nuevas generaciones de científicos y jóvenes marineros, que buscan en el conocimiento y la aventura sus ideales de vida.

Un barco, un hombre

Charles Darwin nació el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury (Inglaterra). Su padre era médico rural. Y su abuelo paterno, Erasmus Darwin, quien fue médico, fisiólogo y poeta, había escrito un libro sobre zoología, donde ya se hallaban esbozos de una evolución de las especies. De niño, Charles era un aficionado a las colecciones de plantas, minerales, caracoles, y un apasionado por la jardinería, la entomología, la ornitología y la pintura de paisajes. Entre 1825 y 1828 realizó estudios de medicina en la Universidad de Edimburgo pero, como se aburría con la enseñanza oficial, abandonó la carrera. Su padre le propuso convertirse en pastor anglicano y, si bien obtuvo con dificultad el grado de bachiller en teología, lo que en realidad disfrutaba eran las clases del botánico John Heslow y del geólogo Adam Sedgwick.
Mientras tanto, en 1825, el barco de Su Majestad (HMS es la sigla de His Majesty Ship) Beagle se transformaba en un barco de exploración. Había nacido como un bergantín de guerra de diez cañones y dos mástiles, pero nunca entró en acción, y permaneció sus primeros años en reserva, amarrado y sin tripulación. Para su primer viaje, un recorrido para relevar las costas de Sudamérica, se le agregó un tercer mástil, que mejoró su aspecto y sus cualidades para la navegación, algo indispensable para recorrer los indómitos mares del sur. Así subió a la categoría de buque o brick. Su capitán fue Pringle Stokes (no confundir con Lort-Stokes) y la expedición la completaba otro barco, el Adventure, al mando del capitán Phillip Parker King. La expedición se llevó a cabo entre 1826 y 1830, pero a mitad de la misma el capitán Stokes, sumido en una profunda depresión y superado por el trabajo de cartografía en el estrecho de Magallanes, se pegó un tiro en la cabeza y murió. Esto sucedió el 12 de agosto de 1828.
Después de la tragedia, ambos barcos navegaron desde Tierra del Fuego hasta Montevideo, donde el Beagle quedó para ser reparado. El Adventure siguió hasta Río de Janeiro, donde se encontraba sir Robert Otway, comandante en jefe de la flota sudamericana, a bordo del buque insignia de la flota, el HMS Ganges. Un teniente de 23 años desconocido hasta ese momento, fue ascendido a capitán del Beagle. Su nombre era Robert Fitz Roy. Comenzaba de esa manera una nueva etapa para el Beagle hasta que, un hecho en apariencia casual, cambió para siempre la historia de la ciencia.

El robo del bote ballenero

Mientras Fitz Roy y su tripulación relevaban las sinuosas costas del estrecho de Magallanes, sufrieron el robo de un bote ballenero a manos de los alacalufes, nativos canoeros de la zona. El capitán intentó personalmente recobrar la embarcación y, en medio de un confuso episodio, tomó rehenes entre los aborígenes. El bote nunca fue recuperado, pero quedaron cautivos 2 hombres y una niña de 9 años. Y luego también un niño de unos 14 años, al que bautizaron Jemmy Button y cuyo nombre, según la leyenda, se debió a que sus padres lo habían cambiado a los ingleses por un botón. Por algún motivo, el joven capitán decidió llevar a los cautivos hasta Inglaterra argumentando que, si recibían instrucción y aprendían inglés, al regresar podrían servir a sus congéneres y también a posibles náufragos británicos, en caso de que se produjeran encuentros en Tierra del Fuego.

Los aborígenes americanos llegaron a conocer al mismísimo rey de Inglaterra Guillermo IV. Pero Fitz Roy quería regresar a los fueguinos a su tierra natal y, justamente en ese momento, el Almirantazgo decidió organizar una nueva expedición para continuar con la labor cartográfica en el extremo sur del continente americano. Al frente de la expedición quedó Fitz Roy, y el barco nuevamente fue el Beagle. Pero esta vez, y a instancias del mismo capitán, se llevaría un científico a bordo: Charles Darwin.

Un viaje, varios hitos

En su “Viaje de un naturalista alrededor del mundo”, Darwin escribió “…el Beagle zarpó de Devonport el 27 de diciembre de 1831. El objeto de la expedición era completar el estudio de las costas de la Patagonia y de la Tierra del Fuego, levantar los planos de las costas de Chile, del Perú y de algunas islas del Pacífico y, por último, hacer una serie de observaciones cronométricas alrededor del mundo”.

El 20 de febrero de 1832 llegaron a Fernando de Noronha, primer contacto con el continente sudamericano. De los cincuenta y ocho meses que finalmente duraría el viaje, 43 los pasaron en Sudamérica, desde San Salvador de Bahía hasta las islas Galápagos (Ecuador), su último destino americano. A lo largo de todo el viaje Darwin envió colecciones de plantas, aves, insectos y fósiles a distintos especialistas de Inglaterra. Gracias a ellas se describieron por primera vez cientos de nuevas especies, se generaron decenas de trabajos científicos, y la propia fama de Darwin creció durante el transcurso del viaje, que inició con 22 años y terminó a los 27.

Algunos descubrimientos fueron más importantes que otros. La primera vez que Darwin vio fósiles fue en Punta Alta, cerca de Bahía Blanca. Allí recolectó restos de megaterios, milodontes, gliptodontes y toxodontes. En los acantilados donde estaban esos restos, también encontró caracoles fósiles, y comenzó a sospechar que esas altas barrancas habían sido, en otros tiempos, fondos marinos. Pensó que quizás los relatos de la Biblia no eran textuales, y que el tiempo transcurrido entre la creación de las especies y el momento actual eran más largos de lo que el libro sagrado decía. El segundo hito también ocurrió en la Patagonia. Descubrió que existían dos tipos de ñandúes, de tamaño y aspecto diferentes, que vivían en lugares distintos pero contiguos. Y comenzó a preguntarse cómo era posible que dos animales, tan parecidos pero diferentes, vivieran en zonas cercanas. Se planteó si alguna barrera, física o de otro tipo, podía haber separado hacía muchos años a esos animales, generando sus diferencias. El germen del origen de las especies estaba sembrado.
La sorpresa fue mayúscula cuando, años después, encontró a los pinzones de las islas Galápagos. Estas aves vivían en distintas islas del archipiélago y en cada una de ellas tenían picos diferentes, adaptados a distintos ambientes y dietas. Darwin pensó que quizás el aislamiento, además del tiempo y la adaptación a las condiciones locales, habrían sido el origen de esas especies distintas a partir de algún ave originaria o ancestro común. Todo esto Darwin lo intuía, pero aun no lo veía claramente.

Otro hecho que marcó la vida de Darwin para siempre fue el encuentro con los nativos fueguinos en su medio ambiente natural. Estos aborígenes no habían sido estudiados hasta entonces, y las únicas referencias que se tenían de ellos eran las que figuraban en diarios y bitácoras de algunos viajeros anteriores. El 17 de diciembre de 1832 Darwin comenta sobre los fueguinos: “La lengua que hablan estas gentes no puede, tal como nosotros entendemos el lenguaje, considerarse articulada. Suena como si hicieran gárgaras, pero no creo que ningún europeo produzca un sonido tan áspero, gutural y penetrante cuando las hace”. El encuentro entre los tripulantes del Beagle y los habitantes de Tierra del Fuego fue un choque entre dos mundos antagónicos: los ingleses, representantes del mundo moderno y tecnológico, que dominaban y sometían al medio ambiente, y los nativos canoeros, característicos de un mundo primitivo y natural, adaptados increíblemente a un paisaje bello pero riguroso. Dos mundos completamente distintos.

En las islas Galápagos Darwin describió muchas especies endémicas, es decir, que viven allí y en ningún otro lugar del mundo, como las tortugas gigantes, las iguanas terrestres y marinas, peces, caracoles, plantas. Según sus propias palabras “…el archipiélago de Galápagos parece formar un verdadero punto de cita donde se han producido muchas formas nuevas”. Desde allí, la expedición continuó su misión hacia las islas del océano Pacífico, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, isla Mauricio, cabo de Buena Esperanza, pasó nuevamente por Bahía (Brasil) y, luego de las islas Azores, completó su vuelta al mundo. Al final de su viaje Darwin escribió en su diario “…y el día 2 de octubre de 1836 saludamos las costas de Inglaterra. En Falmouth dejo el Beagle después de haber pasado cerca de 5 años a bordo de este encantador barquito”.

Cuando el pasado y el futuro se encuentran

Dejemos que el propio Darwin con sus escritos nos haga sentir el espíritu que motivará el futuro “Proyecto Beagle”, un homenaje naval e intelectual al notable naturalista inglés. “También pueden contarse entre las escenas magníficas que hemos tenido ocasión de contemplar, la Cruz del Sur, la Sombra de Magallanes y las otras constelaciones del hemisferio austral; los ventisqueros que llegaban hasta el mar y a veces caían verticalmente sobre él, las islas de coral construidas por organismos vivos; los volcanes en actividad…”
El nuevo Beagle será escuela de navegación y laboratorio, y no sólo celebrará la vida y el trabajo de Darwin, sino que también servirá para que el gran público tenga un conocimiento más profundo de las ciencias y sobre todo de la teoría de la evolución. El “Proyecto Beagle” será un homenaje a Charles Darwin, pero también a todos los que viajaron con él en ese mítico recorrido a lo largo del mundo.

Más información: http://www.thebeagleproject.com


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