7/5/07

Realizarán el segundo censo de la contaminación costera

En el año 1995, Fundación Patagonia Natural realizó el 1º Censo de Contaminación Costera de la República Argentina. Para lograrlo, contó con el acompañamiento voluntario de ONGs, gobiernos municipales y provinciales de los estados que cuentan con litoral marítimo, instituciones académicas y de investigación, y miles de argentinos de distintas edades, diversos oficios y múltiples profesiones. El 3 de septiembre de aquel año, 3219 personas relevaron 2.110 kilómetros de costa marítima. Los voluntarios registraron los datos sobre basura hallada en la zona intermareal, en planillas elaboradas para tal fin.

Fundación Patagonia Natural está abocada a la tarea de replicar aquella experiencia en septiembre de 2007, convocando nuevamente a voluntarios preocupados por el impacto de las actividades del hombre sobre el frágil ecosistema costero. A partir de la reedición de esta experiencia, se estima que una frecuencia bianual del Censo de Contaminación Costera sería adecuada para obtener datos que permitan actualizar el diagnóstico sobre el estado del sistema costero,
y que, de ser necesario, permitan redefinir políticas públicas y acciones privadas para su remediación y conservación.

Se trabajará para lograr la máxima difusión del evento, con el objetivo de que la comunidad de todo el país se involucre y comprometa con la situación ambiental de un ecosistema que se extiende a lo largo de casi 4.000 Km. de territorio argentino. Asimismo, compartir una jornada de trabajo voluntario con varios miles de personas para conocer mejor parte de nuestra realidad ambiental, es un fuerte estímulo al perfil más solidario y comprometido de la sociedad.

Fundamentación

El 1º Censo de Contaminación Costera, realizado el 3 de septiembre de 1995, aportó datos de gran valor acerca del nivel de contaminación costera que si bien se percibía como importante, nunca había sido medida en un mismo día a lo largo de la zona intermareal de nuestro extenso litoral marítimo. Se pudo evaluar el tipo y procedencia de la basura acumulada en las playas, y se cuantificó la presencia de aves marinas y costeras con petróleo. Todas las aves marinas utilizan las costas para anidar y procrear, pero mantienen un importante ritmo de incursiones al mar para obtener alimento. Es allí donde a veces se encuentran con manchas de petróleo causadas por actividades humanas. Cuando ello ocurre, generalmente las aves buscan regresar a la costa porque su plumaje deja de ser impermeable al agua y comienzan a sentir frío. El evaluar la cantidad de estas aves contaminadas es, por lo tanto, un claro indicio de la presencia de petróleo en el mar. Este último dato tuvo una importancia superlativa a la hora de redefinir la ruta de los buques de transporte de crudo, para alejarla a varias millas de la costa y mitigar el efecto, sobre la fauna y la flora, de potenciales derrames.

Al mismo tiempo, la experiencia aportó otra información tan valiosa como aquella: demostró que los pobladores costeros estaban dispuestos a caminar tramos de su territorio para medirlo, tantearlo, evaluarlo, conocerlo. Miles de voluntarios se comprometieron con la propuesta de relevar la zona costera, con la expectativa de que los datos obtenidos permitieran diseñar estrategias para mejorar su calidad ambiental.

Es grave que una comunidad se habitúe a la contaminación, al punto de percibirla como aspecto intrínseco del paisaje. Lo cierto es que la cotidianeidad no mitiga sus efectos.

Es bueno, entonces, recordar que contaminación significa todo cambio indeseable en las características del aire, agua o suelo, que afecta negativamente a los seres vivos del planeta; estos cambios se generan, principalmente, por acción del ser humano, dañando a veces en forma irreversible, poblaciones animales y vegetales que van desde el microplancton hasta las especies superiores.

La basura, es decir la acumulación de residuos sólidos, es uno de los rasgos de contaminación de mayor presencia a escala mundial. Por otro lado hay una tendencia a que las poblaciones se radiquen en las costas del mundo, siendo éstas las zonas de mayor riqueza productiva. Estas dos características, juntas, demuestran el serio riesgo que corre el ecosistema de la zona costera: creciente impacto antrópico por alto desarrollo regional, y creciente contaminación.

Durante milenios, las poblaciones eligieron el inmenso mar como destino final de sus desperdicios.
Pero que sea inmenso no significa que sea infinito. El crecimiento de la población mundial, y las actividades asociadas a su desarrollo no siempre sustentable, arrojan datos estremecedores.

En el año 2002, durante la “Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible” realizada en Johannesburgo, Sudáfrica, los estados participantes subrayaron la necesidad de promover la conservación de los océanos, en vistas de que su biodiversidad está siendo mermada drásticamente por el aumento y descontrol de las actividades humanas. A modo de ejemplo, podemos decir que cada año, el océano recibe el vertido deliberado de 2 millones de toneladas de contaminantes.

Además de la basura vinculada con actividades industriales y asentamientos urbanos, el vertido de hidrocarburos al medio marino siempre tiene impacto negativo sobre los ecosistemas, dañando de modo irreversibles grandes poblaciones vegetales (praderas de algas sobre las que sedimenta el hidrocarburo) y de especies animales (principalmente aves marinas, como el pingüino).

Esta contaminación puede llegar al ser humano a través de la ingesta de productos del mar. En la costa marítima argentina hay aproximadamente 40 asentamientos poblacionales de distinta envergadura, desde pequeños poblados como Oriente o Rada Tilly, hasta grandes ciudades como Mar del Plata, Bahía Blanca, Comodoro Rivadavia o Río Gallegos. Millones de argentinos viven sobre el frágil ecosistema costero, y otros varios millones lo visitan cada año con fines turísticos, laborales y recreativos. Se trata de una extensa zona del país que genera un alto impacto económico y ambiental a través de sus diversos perfiles, como la actividad portuaria, la pesca, la extracción de hidrocarburos, el turismo, etc. Recostadas sobre la ribera, tanto las grandes como las pequeñas ciudades han desarrollado otros tantos basurales, la mayoría de los cuales sigue estando a cielo abierto.

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