1/5/07

La Expedición Antártica del Ice Lady - Enero 2007

CARLOS VAIRO EN BUSCA DE LOS PRIMEROS VISITANTES DE LA ANTARTIDA

El investigador de los témpanos

El museólogo que dirige “el presidio” de Ushuahia y estudió en la UNLP volvió de liderar una nueva expedición internacional en busca de los rastrosque dejaron los primeros cazadores de ballenas, lobos y focas. Muchos de los hallazgos fueron posibles por el deshielo: dos nuevos puertos naturales, botes, restos de barriles, huesos, amarras y hasta cables de acero. Huellas dejadas en el hielo por viejos marinos que nunca pudieron regresar El investigador de los témpanos

Señor de los hielos. Vairo, en el Puerto Lock Roy, un cementerio de ballenas impactante

La experiencia de dirigir una expedición internacional fue para Vairó muy buena. “Cuando se está organizando y se está por salir hay mucho nerviosismo, impaciencia, angustia y hasta temor. Pero una vez en la Antártida todo se hace más armonioso porque todos comprenden lo duro del lugar y reconocen la autoridad de los más veteranos”.

“Podría decir que mi trabajo es como hacer una pesquisa detectivesca”. Carlos Vairó es como un marino curtido, aunque sus artes no son las de pilotear en la tormenta, ni esquivar bloques de hielo en el mar Antártico. Conoce como pocos los rincones del continente blanco y es capaz de identificar por pequeños indicios, por huellas imperceptibles para cualquier mortal, las señales dejadas por el hombre en otros tiempos.

Es un museólogo y antropólogo que estudió en la facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), pero hace tiempo se radicó en Ushuaia, donde hoy dirige el Museo Marítimo de la capital fueguina, que funciona en el mítico presidio. Pero sus años de investigación en torno a los primeros visitantes de la Antártida lo convierten en una referencia ineludible para cualquier equipo que quiera internarse en los hielos con ese mismo objetivo.
Vairó es un perseguidor de los rastros que en la Antártida dejaron los primeros cazadores de lobos y focas, británicos y norteamericanos que llegaron en las primeras décadas del siglo XIX, y de ballenas, mayoritariamente noruegos, que estuvieron en los primeros 30 años del siglo XX.

Como tal, el investigador argentino se constituyó en el líder de la expedición internacional que zarpó el 29 de enero pasado y regresó el 20 de febrero a bordo de la Dama de hielo (el Ice Lady Patagonia), de cuya partida Hoy dio cuenta algunas semanas previas a la partida. El Canal de Beagle fue testigo de aquella suelta de amarras en la que un pasaje heterogéneo, de cerca de 40 personas entre investigadores, tripulantes y artistas, se internó en una nueva aventura.
Había argentinos, españoles, portugueses. Pero como la misión no se limitó sólo a la búsqueda de viejos visitantes, también estuvieron a bordo el afamado fotógrafo inglés Sebastián Copeland, y su primo actor Orlando Bloom, el que se hizo más conocido por roles como los desempeñados en El señor de los anillos, Piratas del Caribe y Troya.

Objetivos cumplidos
Como balance del viaje, Vairó contó a Hoy tras su regreso que “la expedición tuvo una gran importancia porque pudimos recorrer muchos puertos naturales donde los balleneros realizaban su trabajo, o que eran tenidos como punto de recalada”.
Buena parte de los objetivos pudieron ser cumplidos. “Como toda expedición, y más en la Antártida, el tiempo y el azar ayudan o juegan en contra. Por suerte, de un objetivo de once lugares a estudiar cumplimos con nueve. Y esto es muy bueno”, dice el investigador. Aunque se lamenta porque siempre va a quedar la incógnita de esos dos puertos que tuvieron que ser borrados del itinerario, Vairó se consuela porque eran desde el comienzo los más probables a ser descartados dado que sus referencias históricas eran muy vagas. “Teníamos consignas imprecisas, generales, como por ejemplo: en cercanías de la Bahía Margarita, y eso suponía un vasto lugar para recorrer”.
La conclusión final es que los lugares que sí pudieron ser relevados, confirman todo lo estudiado y trabajado desde hace años respecto de los balleneros que estuvieron en suelo antártico en las primeras décadas del siglo XX. “Y concretamos hallazgos de objetos que desde 1921 estaban allí y nadie los había visto o reportado.
Todo ayuda a reconfirmar los datos históricos que fuimos encontrando en archivos o aportados por otros historiadores”.

Una imagen fantasmagórica y mil especulaciones

La imagen muestra el casco de un bote camuflado con el blanco infinito de la Antártida. Su silueta apenas se perfila y sólo el color óxido de una cadena de amarre rompe la monotonía. Puede ser una postal, pero la foto capturada en Canal Herrera, en un un islote cercano a Cuverville Island encierra una historia, y en torno a ella especula el líder científico de la campaña antártica del Ice Lady Patagonia.
“Puede observarse la cadena de amarre y los cables de una factoría flotante. Evidentemente, dejaron un bote que les servía para el amarre, tendrían idea de volver a usarlo. Es de una muy tosca confección la que, seguramente, se realizaría a bordo. Según nuestros datos debe estar en el lugar desde 1921”, explica Vairó.
Pero el científico tiene varias consideraciones importantes para hacer sobre el bote: por un lado, “podríamos decir que desde esa fecha nadie regresó al lugar con fines de investigación, es tal vez por eso que nunca encontraron nada, ni lo anunciaron ni lo fotografiaron”. Vairó cree que las expediciones ”han estado pasando cerca del lugar sin descender a tierra, pues al lugar sólo se puede llegar con botes de goma y con mucha precaución. Los indicios -por los cuales la expedición decidió descender- los tuvimos por una coloración rojiza en una roca, era como si estuviese cortada. En realidad era una cadena oxidada, luego vimos todo el resto”.
Respecto de lo cables hallados en el lugar, “suponemos que con una tormenta del norte fueron cortados por la factoría.
Dejaron un bote, ¿cuál sería su propósito? ¿Abandonaron el lugar pensando volver? Esos datos nunca se confirmarán”.

El Nunatak Negro, donde el bote fue detectado, “lo podemos llamar un semáforo en la Antártida, dado que sin instrumental preciso y con tiempo muy inestable posiblemente sirvió como un punto de referencia más que notable”.

“Toda una expedición desde Noruega puede encontrar en él un buen punto de reunión -dice Vairó-. Es decir, cruzaban el mundo sólo con algunas referencias y se internaban en la Antártida (un mundo totalmente desconocido). Para ellos sería como ir a la Luna y que te digan: cuando veas un cráter ovalado esperanos que en unos días llegamos”.
Sobre la modalidad de trabajo en el lugar, Vairó cree, en base a su observación, que los balleneros trabajaban como factoría flotante. “Los catchers traían las ballenas hasta la factoría flotante y allí se depostaba ésta. En grandes calderas se derretía la grasa hirviéndola con agua dulce. Usaban hasta 300 toneladas de agua por día”.
En esta misión “pudimos observar más cosas dejadas por esos balleneros entre 1912 y 1924”. “La nieve, al no ser tan abundante y el retiro del hielo, dejaron a la vista amarras, vitas, cadenas, señales de hierro, y otros objetos” que sufrieron las consecuencias de siete décadas en el hielo.

Un puerto que era el punto de reunión


“Este es Puerto Orne en la Península Antártica. Se trataba de un puerto que, en realidad, era punto de reunión de las flotas balleneras. En especial de Christian Andersen. Está muy cerca de Cuverville Island, donde encontramos el bote y las cadenas. Es un hermoso y protegido puerto usado desde 1912, que servía de punto de reunión de los catchers y buques de la expedición”, explica Carlos Vairó.

Es el puerto que se caracteriza por tener un punto notable, el Nunatak Negro, que es una de las paredes de ingreso. Se trata de un cerro de unos 200 metros de altura que cae a pique y nunca acumula nieve.


Pingüinos barbijo trepando el Nunatak Negro

¿Cuáles fueron esos hallazgos?

Vairó habla de la importancia que tiene la localización de dos nuevos puertos con restos de actividad ballenera, en los que se detectaron huesos de los mamíferos marinos, amarras de cadenas y cables de acero, botes y restos de barriles. “Se nota claramente que todo fue abandonado pero con idea de ser utilizado más adelante. No con la idea de irse y no regresar”.

Ese retorno nunca se produjo, y mucho tuvo que ver una crisis global. “El corte de esas primeras expediciones fue abrupto por el quebranto y la depresión consecuente de los años 1929 y 1930, después del gran boom que tuvo la explotación ballenera”.

La era del deshielo
El material encontrado allí todavía no tiene un difusión masiva, aunque se espera la publicación de un libro y un video documental. Pero no es retirado de allí. “Sólo nos limitamos a estudiarlo en el lugar, a fotografiarlo, a realizar los planos y las reconstrucciones gráficas”, explica el investigador, que cree “por un lado es una lástima porque año tras año vemos el rápido deterioro que sufre”.
Ese deterioro está directamente vinculado con el calentamiento global y el cambio climático. “Puedo decirle que la Antártida de 2003 no es para nada similar a la que vimos en esta campaña de 2007. Lugares, islas, puertos, caletas, que antes estaban cubiertos de nieve y hielo, hoy tienen musgos y líquenes”. Vairó menciona como ejemplo lo que pudo ver en Puerto Charcot, en Puerto Le Francaise, en Puerto Governoren, y en todas las islas cercanas. “Es un gran cambio que hace que todo lo que sea de madera (botes, barcazas, toneles, galpones) colapse”.

Los efectos del calentamiento y el derretimiento de los hielos fueron comprobados a lo largo de toda la travesía. El Ice Lady Patagonia zarpó de Ushuaia, pero la tormenta lo obligó a demorar el cruce por el pasaje de Drake. La espera fue en Harberton.
Cuando por fin el clima mejoró, la nave llegó a la isla Livingston y luego se lanzó a cruzar el Mar para recalar en la Isla Brabant, lugar donde se estudió un puerto y una bahía. El viaje siguió hacia la Isla Anvers, donde se estudiaron tres puertos balleneros más, el Canal Schollaret, Puerto Leith, Andrews Point e Isla Falsa, un lugar típico de faena de ballenas.

Vairó no deja de enumerar puntos antárticos con la misma soltura con las que podría mencionar los días de la semana. “Continuamos hacia el sur a Port Lockroy -se apasiona-, al Canal Lemaire, a Bahía Paraíso, donde estudiamos dos puertos más, a Puerto Neko, al Canal Herrera que tiene cinco puertos para estudiar (el Cuverville Island, Port Paul, Orne, Anna Cove, Selvick Cove), todos lugares balleneros”.
En la última etapa de la misión la Dama de hielo tocó la Enterprise Island y la Isla Nansen, “donde se buceó y se realizaron recorridas en las que se encontraron restos en cantidades”. Y, finalmente, fue el turno de la Isla Decepción, última parada antes de emprender un benévolo cruce de retorno por el Canal de Drake, en el que el sol fue el gran protagonista.

Estos son algunos de los tantos botes hallados en la expedición. Conocidos como Water Boats, porque transportaban agua dulce para las calderas de los vapores. También se los usaba para trasladar carbón, explosivos y comida. Las embarcaciones de la imagen trabajaron para la factoría flotante del Governoren en Svend Foyn.

Toneles a merced del sol

“Estos toneles para el aceite de ballena se desarmaron al resecarse. Se debe a que se derritió las nieve y el hielo que los cubría. Por
lo tanto, se resecó la madera. Estos depósitos eran utilizados por distintas compañías balleneras que operaban, fundamentalmente en Enterprise Island”.
“Es evidente que el clima cambió y la temperatura promedio aumentó mucho. Unos 3 grados. Durante toda la travesía no tuvimos temperaturas debajo de los 0º. Esto lo podemos ver reflejado en los barriles y demás elementos que vamos hallando, dado que tan sólo en 2003 estaban bajo nieve y en 1994 ni sabíamos que estaban”, dice Vairó.
“La imagen también nos indica que esto fue dejado o puesto antes de que fuera cubierto por la nieve. Son períodos naturales del mundo. Sabemos que hasta mediados del ‘75 hubo un enfriamiento y ahora estamos en un calentamiento de la Tierra”.

La factoría flotante Governoren de unos 100 metros de eslora se incendió y hundió a fines de enero de 1916 en Svend Foyn isla Enterprise. “Este es el buque que buceamos en repetidas oportunidades. Estaba hasta el uniforme del capitán colgado en su camarote. Nunca nadie lo había buceado. Hasta que lo hicimos nosotros por primera vez en 2003”.

Celebridades a bordo

Uno de los datos anecdóticos de la última expedición del Ice Lady Patagonia es el glamour aportado por la presencia a bordo del actor Orlando Bloom, y su primo, el fotógrafo Sebastián Copeland.
Durante el viaje ambos artistas trabajaron juntos en la realización de un video clip para Global Green sobre el calentamiento global, el que tendrá música original de Sting, y será presentado durante este Año Polar Internacional.
Paralelamente, Copeland forma parte de un campaña de alerta por el calentamiento global, y estará haciendo fotos de la Antártida y el Artico hasta mayo próximo.

En la foto, Bloom es bautizado, un rito que atraviesan todos los que por primera vez hacen semejante viaje. Detrás, operando una cámara, puede verse a Copeland. El actor inglés se hizo famoso por su papel de Legolas, uno de los protagonistas de El señor de los anillos. Pero convertido en actor de moda en Hollywood, volvió a triunfar con Troya y Piratas del Caribe.

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