19/7/07

La loca travesía del ignoto Malaspina


La mega-expedición alcanza el brillo, pero no la trascendencia, de las llevadas a cabo por el Capitán Cook y Bouganville, pues su estrella fue injustamente apagada por las intrigas de Manuel de Godoy, un hombre influyente en la corte de Carlos IV.

El propósito Malaspina era aumentar el conocimiento de la flora y la fauna planetaria y de los pueblos que habitaban las colonias hispanas. En las naves de la expedición, la Descubierta y la Atrevida, se embarcan más de 200 hombres, entre ellos algunos pintores y naturalistas.

Estas dos mujerzuelas del mar tatúan sus estelas en el Río de la Plata, las costas patagónicas, las Islas Malvinas, la Isla de Guam, las Filipinas y gran parte de la Polinesia. A su regreso, la expedición trae el conocimiento de 14000 especies botánicas nuevas, 900 ilustraciones y el estudio de 500 especies zoológicas de tres continentes. Hoy en día existen más de 600 publicaciones relacionadas a los aportes científicos y artísticos de la expedición Malaspina.

Históricamente hablando, luego de la conquista militar surge la necesidad del conocimiento científico de lo conquistado. Innumerables especies de flora y fauna se presentaban a la vista de los europeos como un tesoro místico de aplicaciones prácticas. El progreso material se asoció entonces de manera ineludible con la expansión de las ciencias naturales. Como consecuencia, la corona española financia un fuerte impulso en el desarrollo de ciertas disciplinas como la botánica, la zoología, la geología y también la cartografía. Dicha “actitud” se manifiesta en un cuadro de la época que muestra a un Carlos III niño estudiando botánica y sosteniendo con delicadeza una flor. La ampliación del conocimiento consolidaría la posesión física y política de los territorios del inmenso Imperio español. Alejandro Malaspina fue el primer navegante en organizar una expedición bajo esta renovada versión de “el conocimiento es poder”.

Génesis del hombre y de la idea

Nació el 5 de diciembre de 1754 en Parma, el pueblo italiano de Mulazzo. En 1774, fue cadete de la Escuela de Guardia Marinas de Cádiz. Participó en combates navales donde supo cincelar un valor incuestionable. Entre 1777 a 1779 da la vuelta al mundo en la fragata Astrea. Entre 1776 y 1788 capitanea esa misma embarcación y brota en su mente la idea de una prolongada y amplia expedición científica. En 1778, Carlos III lo asciende a Capitán de navío. Sus méritos son reconocidos.

No sólo es un guerrero valeroso y un hábil artesano del mar, sino que sus modales y cultura general lo hacen asiduo a la presencia de las almas refinadas.

Malaspina propone entonces al rey una expedición científica alrededor del mundo, y Carlos la acepta encantado. El objetivo del viaje era múltiple:

• Relevar información científica, geográfica e histórica sobre las tierras a visitar.

• Inventariar todas las curiosidades que pudieran hallarse, desde especies naturales hasta objetos nacidos del ingenio humano (las muestras que sobrevivieron el viaje de vuelta fueron alojados en el Gabinete Real y en el Jardín Botánico de Madrid).

• Confeccionar cartas y derroteros de América.

• Observar la situación política de los virreinatos americanos.

Se construyeron para esta expedición dos corbetas de última generación: la Descubierta y la Atrevida. Comandadas por Malaspina y José de Bustamante y Guerra respectivamente, poseían 33,5 metros de eslora y desplazaban 306 toneladas. Ambas servirán como hogar flotante, durante cinco años, a las más de 200 barbas de la tripulación.

Muchos de los oficiales, luego de concluida la expedición, lograron destacadas posiciones políticas y con ellas un boleto para la posteridad. El capitán de fragata José Bustamante y Guerra, por ejemplo, fue gobernador político y militar de Montevideo en 1796, y en 1809 recibió la presidencia de la Real Audiencia de Charcas. Juan Gutiérrez de la Concha combatirá con valor durante las invasiones inglesas de Buenos Aires para luego ocupar el cargo de último gobernador intendente de Córdoba. Fue fusilado en 1810, junto con Santiago de Liniers.

Al selecto personal militar, se unió el profesor de pintura José del Pozo, el pintor José Guío, el botánico Luis Née, Antonio Pineda quien ofició de "encargado de los ramos de la Historia Natural". Luego, en Valparaíso, se sumará el célebre naturalista Tadeo Haenke.

A pesar de su apasionamiento por el sesgo científico de la empresa, Malaspina no desatiende el beneficio económico. Así, en una carta al teniente general de la Armada, Antonio Ulloa, destaca la importancia de atender a "la abundancia de cetáceos en la costa patagónica, cuya pesca y exclusivo beneficio pudieran ser de mucha utilidad a la monarquía". También manifiesta interés por el estudio de los patagones y sus costumbres, pero sin liberarse de la ceguera à la mode de sus contemporáneos respecto de la condición del indio.

Luego de intensa preparación, la expedición zarpó poco días después de la toma de la Bastilla. El 30 de julio de 1789 la Descubierta y la Atrevida ocultaron su silueta a los mirones de Cádiz. Su primer destino fue el Río de la Plata. Tras 51 días de navegación, las naves arribaron a Montevideo. Al desembarcar, los miembros de la expedición iniciaron un proceso luego repetido en cada nueva escala del viaje: el inmediato establecimiento de contactos con las autoridades locales y eventuales científicos para consumar las tareas de investigación. Al llegar a Buenos Aires instalaron un observatorio astronómico. En el Río de la Plata, Pineda logró colectar numeroso material botánico y zoológico; estudió a las garzas, chorlitos, patos, cigüeñas, caranchos, gaviotas, lechuzas, búhos y buitres de la zona. También encontró restos fósiles los cuales fueron enviados al Colegio de Cirujanos de Madrid donde se advirtieron semejanzas con los encontrados en 1787 por el padre Manuel Torres y que el naturalista Cuvier denominó megaterio (animal grande). Née herboriza con fruición y recolecta numerosas semillas de los alrededores de Buenos Aires.

Gigante Patagonia

Luego la expedición continuó la navegación hacia el sur, hacia tierras patagónicas. El 2 de diciembre arribaron a Puerto Deseado. Allí, se produjo el encuentro con los patagones. Sobre un alto de la costa, y a la vista de toda la tripulación, se recortaba la silueta de un patagón a caballo. Pineda y otros tres tripulantes se dirigieron a tierra. Llevaban consigo numerosas bagatelas para obsequiar a los viejos habitantes de la estepa patagónica.

En su diario de abordo, Malaspina recrea el encuentro de la siguiente manera: “...fueron poco a poco aproximándose todos a caballo, y últimamente enviaron en busca de las mujeres, que no tardaron en reunirse y echar pie a tierra. Se componía entonces la tribu de unas 40 personas, de las cuales eran 10 las mujeres y 12 los niños, entre ellos tres o cuatro aun de pecho; dos mujeres solas eran ancianas, y a pesar de esto sumamente ágiles. Entre el restante número de hombres, el cacique y otro eran ancianos, y habría otros cinco cuyos años podían más bien responder a la pubertad que a la virilidad. En general, eran todos (incluso mujeres y niños) de una cuadratura agigantada, la talla era inferior a aquella proporción, pero naturalmente alta. El cacique Junchar, medido escrupulosamente por don Antonio Pineda, tenía de alto seis pies y diez pulgadas de Burgos. La anchura de hombro a hombro era de 22 pulgadas y 10 líneas".

Un pie de Burgos equivale a casi 30 cm, por lo que Junchar exhibía una altura aproximada de 1,91 cm. y un ancho de hombros de 70 cm. El nativo era alto y corpulento, pero no un "gigante patagón" como los referidos por Antonio Pigafetta en su narración del viaje de Magallanes y Elcano.

Mediante sus hábiles trazos, José del Pozo inmortaliza una panorámica del Puerto Deseado, la primera representación en colores de un lugar del territorio argentino.

Malvinas, Hornos, Valparaíso

Tras la conclusión de las tareas la expedición partió el 13 de diciembre hacia las Islas Malvinas. Luego del arribo a Puerto Egmont, se realizaron las habituales observaciones geográficas y de ciencias naturales. Entre otras maravillas, se encontró un apio silvestre muy eficaz como antiescorbútico y Pineda descubrió que las costas de las islas albergan extensos criaderos de moluscos de los mejillones y almejas, lo que motivaba a una población de aves marinas (como patos, pingüinos, albatros, petreles y cormoranes).

Malaspina asegura: "…ni es menos entretenida la vista del mar, en donde los peces, los anfibios y a veces las mismas ballenas, ignorantes de su propio poder y del genio destructivo del hombre, se presentan casi con emulación para saludarnos y no imaginan jamás que esto baste para ser destruidas".

En el día de nochebuena, la expedición puso proa al Cabo de Hornos. Navegaron la costa este de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Advierten lo fértil de las tierras y la numerosa población de aves y leones marinos. Además comprueban la notable exactitud de los mapas que el Capitán James Cook ha trazado de aquella zona 20 años atrás y visitan la Isla de los Estados donde asoman elefantes y lobos marinos (de uno y dos pelos), cormoranes y varias clases de pingüinos.

El paso siguiente será retomar la dirección sur y enfrentarse al fatídico Cabo de Hornos. La navegación fue tranquila y exitosa. Aún así, Malaspina observa: "La situación del navegante en aquellas regiones tan distantes de las que lo vieron nacer es, sin duda alguna, de las más extraordinarias que puedan acontecerle. La incertidumbre le rodea a cada instante; una mirada hacia las costas más cercanas le recuerda, en una complicada perspectiva, el naufragio, el frío, el hambre y la soledad".

Luego de fiordos, desolación y las pieles yermas del sur chileno, nuestros amigos arriban a la ciudad puerto de Valparaíso. Allí se incorpora a la pandilla naturalista el checo Tadeo Haenke.

En un marcado rumbo norte y siguiendo la costa pacífica de estas prolíficas tierras americanas, el orgullo compartido de la Descubierta y la Atrevida flameaba exultante ante la mirada alegre de los puertos de Callao, Guayaquil y Acapulco. Luego de dos meses de reparaciones y aprovisionamiento en el puerto mexicano, las proas se enfilaron hacia el Pacífico Oeste, el 20 de diciembre de 1792.

Polinesia y un giro de 180

Luego de 55 días de navegación, los exploradores acariciaban las verdes cabelleras de selva y las rocas de la isla de Guam. Poco después visitaron Manila, en Filipinas. Tras recorrer Nueva Zelanda y Nueva Holanda (hoy Australia), los navegantes se metieron en las aguas francas de la Polinesia. En este paraíso aún virgen decidieron dar media vuelta y, en vez de completar la circunnavegación por el Cabo de Buena Esperanza, regresaron a la Patagonia, con escala en las Islas Malvinas. Algunos tripulantes siguieron su viaje por tierra para conocer la realidad interior del Virreinato del Río de la Plata. Luis Née viajó desde Concepción del Chile hasta Buenos Aires. En el viaje, conoció a los Pehuenches y nunca dejó de herborizar y de consumar nuevos estudios botánicos. Tadeo Haenke también se montó una nueva exploración terrestre que lo llevó hasta la inhóspita Bolivia, allí se queda y una fría tarde de 1816.

En las Islas Malvinas, Malaspina se dedica a desalojar a cazadores de lobos marinos ingleses. También descubre a loberos norteamericanos que, según las crónicas, en dos años ultimaron más de 20.000 ejemplares. Esta “echada a patadas” no es resistida, lo que demuestra que en aquel entonces se aceptaba la soberanía española sobre las islas en cuestión.

Más tarde se dirigen a Montevideo. Ya en la ciudad Malaspina juzga que los objetivos esenciales de la expedición están cumplidos. Parten de Montevideo el 21 de junio y arriban a Cádiz en la primavera de 1794. ¡La expedición regresaba después de cinco años de exploración!

Proscrito, olvidado y por fin desenterrado

Las colecciones botánicas de Pineda, Née y Haenke son las más completas de la época. Consisten en el inventario de alrededor de 14.000 plantas. Se realizan también estudios anatómicos y fisiológicos de más 500 especies de América, Asia, y Oceanía. Botánica y zoología precisan del lápiz y pincel para dar testimonio del carácter y aspecto de las especies estudiadas. La expedición consuma 900 ilustraciones en las que bullen los pobladores, plantas, animales, paisajes y ciudades de las regiones visitadas. Además, se confeccionan 17 cartas y planos que mejoran el conocimiento del litoral atlántico.

La popularidad de Malaspina se amplifica exponencialmente. En la corte, algunos suponen que el culto y exitoso marino quizá sea el más idóneo para conducir el timón de la política española. En ese momento el hombre más influyente en la corte es Manuel de Godoy. Godoy sabe que la fuerza en un contexto monárquico deriva de la habilidad para manipular el favor real, así que convence al rey Carlos IV de que el marino alienta ideas demasiado progresistas y liberales, las cuales promoverían una conspiración contra la Corona. Malaspina es así encarcelado el 23 de noviembre de 1795 en el cuartel de la Guardia de Corps, y luego lo trasladan al Castillo de San Anton, en la Coruña. Lo destituyen de todos sus grados, empleos y propiedades, prohíben la publicación de sus memorias y así su nombre queda injustamente proscrito y toda su obra es olvidada.

Tras de 7 años de cautiverio es liberado por mediación del vicepresidente de la República italiana. El gran hombre de mar y explorador regresa entonces a su tierra natal donde muere en 1810.

Recién en 1885, casi un siglo después, el contralmirante de la Armada española, Pedro Novo y Colson, publica Viaje de las corbetas Descubierta y Atrevida alrededor del mundo. Comienza así la divulgación de la expedición Malaspina, una tardía pero merecida reivindicación de aquel gran hombre y su apasionamiento por la exploración y el conocimiento.

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