10/6/07

Vientos....

El viento:
Es el movimiento del aire en la atmósfera con relación a la superficie terrestre, originado por la diferente densidad de masas de aire que se encuentran a distinta temperatura. En meteorología se denomina como tal la componente del movimiento del aire paralela a la superficie terrestre. Los movimientos de las masas de aire en otras direcciones se denominan corrientes de aire. Por medio del viento se transporta la humedad y el calor de unas zonas a otras, parámetros fundamentales que configuran el tiempo en un lugar. Al ser una magnitud vectorial se define por su dirección sentido y por su velocidad.

Medición del viento en la actualidad:
La dirección se mide mediante la veleta según los 360 grados geográficos en intervalos de 10 grados. En la mar se emplean los 16 rumbos de la rosa de los vientos. Los anemómetros miden la velocidad, expresada comúnmente en metros/segundo y el nudo (milla náutica/hora). En la mar la velocidad se expresa en unidades de la escala de Beaufort. En la actualidad se emplea el radar de viento para determinar la velocidad y dirección en una zona determinada. Para la medición del tiempo en altura se emplean las radiosondas y los globos pilotos. En ambos se parte de una velocidad ascensional constante, determinándose desde la estación de seguimiento la posición del globo a intervalos fijos de tiempo; de esta forma se obtienen sus distintas posiciones en los últimos niveles de ascensión, con lo que se determina, según la magnitud y dirección de desplazamiento entre mediciones, la velocidad y dirección del viento a distintas alturas. La diferencia entre el sondeo con radiosonda y el sondeo con globo piloto se realiza visualmente por medio de un teodolito, por lo que es imprescindible la ausencia de nubes para una observación completa, mientras que con la radiosonda el seguimiento se realiza automáticamente desde el suelo al estar dotado el globo de sondeo de un emisor de radio. En los sondeos con radiosonda, aparte del viento, también se determinan las temperaturas y humedades a distintas alturas. En zonas en las que escasean las estaciones (grandes océanos, regiones polares), los aviones comerciales que las sobrevuelan los facilitan por medio de unos mensajes radiados llamados AIREP, en los que figuran, para las distintas posiciones de la aeronave (latitud, longitud y altura), datos de velocidad y dirección y temperatura del viento.

Los nombres de los vientos:
El viento, tan presente como benéfico a veces o catastrófico en ocasiones, adquirió pronto diversas personificaciones; así, Boreas fue la denominación para los vientos huracanados del Norte y Céfiro fue la cara amable de las suaves brisas del Sur. Poseidón, librando encarnizadas batallas con sus huestes de Tritones y Nereidas dio explicación a las tormentas y tempestades, de la misma manera que justificó los cálidos vientos y las suaves brisas. En un punto determinado del Mediterráneo debieron nacer, en hora incierta, las denominaciones de los puntos cardinales y también los nombres de los vientos intermedios. Los lugares por donde nace y muere el sol señalan, desde siempre, los puntos cardinales del Este y el Oeste. La posición del sol en su punto más alto del mediodía señala igualmente el eje Norte-Sur. Los vientos al soplar no coincidían siempre con los ejes geográficos principales, por lo que fue necesario identificar direcciones intermedias. Los nombres de Greco o Gregal, Siroco o Xaloc, Lebeche y Maestro o Mistral tomaron carta de naturaleza. Pero para que determinado viento sea identificado con una dirección dada es preciso partir de una localización pecisa. A pesar de no ser un viento intermedio, la Tramontana, equivalente del viento del Norte, toma su denominación de "más allá de los montes" y se aplica, haya o no una cadena montañosa, al norte. En Cataluña, la Tramuntana adquiere un significación especial, sobre todo en la costa gerundense y también en Baleares, concretamente en la isla de Menorca. Según se dice, es responsable principal tanto del "seny" como de la "rauxa", características temperamentales asimilables al sentido común y a la fantasía.

La cuna de los vientos:
Así, para el Greco, por ejemplo, el lugar de observación debía estar necesariamente al sur y al oeste de Atenas. Para el Siroco, viento que viene de Siria, la cuna de los vientos debía estar al norte y al oeste de Damasco. Para el Lebeche, viento que viene de Libia, el lugar de observación debe situarse al norte y al este de Trípoli. Notemos que incluso en mapas actuales se conoce esta capital por Tarabulus al Garb. Y por último, para el Maestro o Mistral, el origen debe de situarse al sur y al oeste de Roma. De ahí le viene el nombre de magister, maestro o viento principal. Estas cuatro ciudades, metrópolis del mundo conocido, dieron origen a algún lugar de la cuenca mediterránea oriental al nacimiento de los nombres de los vientos que aún perduran en la actualidad. Situando en la carta estos condicionantes geográficos, podemos indicar que el cruce del paralelo 36ºN con el meridiano 20ºE señala el lugar de la cuna de los vientos. En la cuenca del mar Jónico, en algún lugar de la ruta que une las islas de Malta y Creta, podemos situar con un grado de certeza aceptable el lugar del nacimiento de los vientos.

El odre de los vientos:
Dentro de la cultura grecorromana, los griegos fueron los poetas y los romanos los pragmáticos. El gran poeta Homero, con su obra La Odisea, donde refiere la azarosa vida de Ulises, dio una explicación poética al origen de los vientos mediante una ingeniosa leyenda. Habiendo arribado Ulises y sus marineros a la isla Eólica, su dueño y señor, Eolo agasajó a todos y, tras varios días de celebraciones y festejos, decidió regalar a Ulises un valioso presente que pudiese facilitar su regreso hacia Penélope. Se trataba del Odre de los Vientos, y bien le advirtió que nunca lo abriese, pues se podían desencadenar violentas tempestades al dar salida a todos los vientos a la vez. Sólo en casos muy precisos y de manera muy cuidadosa podría luchar contra las calmas, pero siempre con mucho riesgo. Ulises y sus hombres se embarcaron de nuevo y pudo más la curiosidad que los consejos. En medio de la noche, la marinería, desoyendo las recomendaciones de Ulises, entreabrió la boca del Odre y, de repente, se desató tan feroz tormenta que puso en riesgo de zozobra a todos en su viaje de regreso a Itaca.

El hálito de los dioses:
Hoy en día, los vientos han perdido parte de su misterio al ser clasificados simplemente de térmicos o de gradiente, y un señor francés, un tal Beaufort, llegó a encasillarlos en una escala que mide su fuerza. Pero aún perduran las denominaciones clásicas y Greco y Siroco siguen vivos en el lenguaje marinero. A pesar de las bajas y las altas presiones, a pesar del fetch y tantos otros términos técnicos, los vientos siguen teniendo un gran tanto por ciento de poesía, algo del hálito de los dioses. Hoy en día las denominaciones tales como Meltemi, Simoun, Cierzo, Tramontana y tantas otras siguen vigentes y obedecen a topografías locales que se engarzan en los vientos generales, y otras veces sustituyen o los suplantan. Una denominación particular de un viento dominante de la costa catalana que nos recuerda nuestro pasado árabe merece nuestra atención; se trata del Garbí, soplando del 235º . Dicho suroeste conserva todavía la denominación de "oeste" en lengua árabe actual: Garb=Oeste. Viento que equivale al Embat de la Bahía de Palma de Mallorca. Otros lugares bautizan a sus vientos con nombres tan sugerentes como Virazón, Terral, Lemosino, etc., poniendo de manifiesto que todavía en los albores del tercer milenio los vientos son algo más que la escueta definición del diccionario: "aire en movimiento". (R.Cervera)
(*) Bóreas: Según Heródoto los atenienses una vez invocaron exitosamente a Bóreas para que destruyera la flota del rey Jerjes y en agradecimiento le construyeron un magnífico templo en las orillas del río Ilisos. También ayudó a los megalopolitanos contra los espartanos, por lo que los vencedores le ofrecían sacrificios anuales (Pausanias VIII).

    Perder la tramontana:
    Es la tramontana, según el Diccionario de la Real Academia Española, «el Norte o Septentrión y el viento que sopla de esta parte». Asimismo, en otra acepción, es un figurativo de«altivez, vanidad, soberbia o pompa». En cuanto a la expresión «perder la tramontana» es igual a «perder la brújula». También puede emplearse en el sentido de perder los estribos», desbarrar, obrar fuera de razón. La etimología de la palabra procede del Italiano y aparece escrita por vez primera en el Diario de Colón (1502). La palabra italiana tramontana, que es un término marítimo genovés que indica el viento de más allá de los montes de los Alpes, llega tarde al castellano. No así al catalán, ni al francés, donde aparece en los siglos XIII y XIV. En Cataluña sobre todo, la palabra tramontana tiene su sentido por ser el viento de los Pirineos. Así en Rarnon Llull «Guarda la A a la tremuntana» (Llibre de la Contemplació) o la Crónica de Jaume I: «D’una font que hi neix d’una part vers tramuntana». Y en su acepción de punto cardinal viene aclarada en otro texto de Genebreda: «Gira’t a les quatre parts del mon, a mig jorn, a tramuntana a orient e occident». Asimismo en francés aparece ya en el siglo XIII el viento tresmontane, Perder la tramontana es perder el Norte; la palabra tiene, no obstante, una acepción tanto en castellano como en catalán y en francés que no recoge nuestro Diccionario: el de la estrella polar. En Cataluña, de muy antiguo, tuvo este significado de viento y de estrella. El mismo Ramon LlulI emplea la palabra en los dos sentidos: «Veem que los mariners com van per la mar qu’es guien per la tremuntanada». Igualmente en francés se encuentra este sentido en el siglo XIII en Jean de Meung, el autor célebre del Roman de la Rose:

      Claire esimie de mer, certaine tresmontane,
      Méne-nous et conduis en glaire souveraine,

    Lo curioso del caso es que la primera mención escrita de tramontana en castellano con la significación de estrella polar es una invocación a la Virgen muy parecida a la anterior, pero data del siglo XVII y la escribió nada menos que Lope de Vega:

      Virgen del mar, Estrella tramontana
      Hermosa más que el sol...

    Perder la tramontana es, por lo tanto, perder la guía de la estrella del Norte, como se comprueba en el refrán catalán completo: «Perdre la tramuntana de vista». Hoy la frase está prácticamente en desuso en castellano y catalán aunque no en francés. Así el poeta Georges Brassens aún canta:

      J’ai perdu la tramontane
      en perdant Margot...

    Claro está que esta expresión resulta incomprensible para la mayoría de franceses que no sean meridionales como Georges Brassens, que es natural de Sète. En Cataluña, hoy, tramontana sirve para designar al viento tan sólo y existen no pocas supersticiones que se refieren a él. (Luján)


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